domingo, 31 de marzo de 2013

Oportunidad

Dicen, y debe ser cierto, que nuestra juventud está más que suficientemente preparada. Pero al estar la economía (la productiva y la otra) como está, por los suelos, esta generación (perdida, y siento decirlo) está falta de oportunidades en su propio país, y se ve obligada a buscarlas fuera, ya sea en América, ya en Europa, con contados resultados de éxito. Y eso que la acogida en los países latino-americanos es extraordinaria. Concretamente, a México (pues me toca muy de cerca), sólo le puedo dedicar palabras de agradecimiento y de cariño.

El problema, ya siendo fuerte el que menciono, no es ese, no exactamente. Porque ocurre que a la derecha que nos gobierna en la actualidad es lo que le conviene, precisamente. La igualdad de oportunidades le importa un bledo. Voy a más. A esta derecha que nos [des]gobierna le interesa especialmente ese desequilibrio en  igualdad de oportunidades. Es por eso que está preparando el terreno para que futuras generaciones crezcan y se desarrollen de esta manera: unos pocos tendrán acceso a niveles de clase privilegiada, con dinero y con poder. Y el resto, la gran mayoría, convertidos en borregos que o bien se harán con puestos de trabajo de ínfima calidad en todos los sentidos, o bien engrosarán las filas del ejército que se verá obligado a "luchar" para subsistir en otros países, provocando entre ellos un enorme daño a causa del desarraigo (el obligado, no el elegido por voluntad propia).

Como decía, el sufrimiento que esto provoca es desgarrador. La familia española está rota. No entiendo cómo la jerarquía católica apostólica y romana no se vuelca contra los que realmente están dinamitando la base de nuestra sociedad, la familia. Pues la ruptura que la derecha está provocando es más económica que geográfica (que también). Esta derecha que hoy nos [des]gobierna usando armas democráticas nos está sometiendo a una dictadura sin límites, haciéndonos sufrir como nunca, un sufrimiento sólo comparable al padecido en la última guerra civil.

domingo, 17 de marzo de 2013

Emulado, simulado en diferido.

García-Pelayo, alcaldesa de Jerez
PPelayo emula a su jefe de la Moncloa a la perfección: mintiendo. Aun sabiendo que un Ayuntamiento tiene las manos atadas en cuanto a creación de puestos de trabajo se refiere, prometió a sus electores el oro y el moro, engañando (o intentándolo) a todo quisqui.

Y no sólo eso. En vez de intentar mantener la plantilla municipal se preocupa en despedir a troche y moche, y sin embargo no es capaz de disminuir el déficit municipal, ni la deuda.

Hubiera sido mucho mejor mantener la plantilla (puede que amortizando puestos con jubilaciones) mejorando o ampliando servicios, rescatando concesiones (lo que supone un ahorro considerable de dinero), como la de los autobuses, o la basura, pasando por un sinfín de contratas.

No me atrevería yo a decir que frente al PP el PSOE lo estaría haciendo mejor. Pero sí a decir que "peor, imposible".

Cada vez son más las voces que claman por un cambio radical de nuestro sistema político. Que algo debe poder hacerse para dar un puntapié a tantos políticos (politicuchos) apalancados en sus asientos, trabajando sólo para el provecho propio.

Como surja una voz que predique honestidad y transparencia, que defienda lo público (lo que deba serlo) y lo privado (lo que deba serlo) y mano dura para con los ladrones y corruptos, se lleva los votos de calle. Ojo, estad pendientes, dirigentes de partidos.


domingo, 10 de marzo de 2013

El coche manda

¿Queda espacio para el peatón?
Paseando hace poco por la calle Larga, peatonal (o eso creía yo), la calle más céntrica de mi pueblo, me encuentro el reclamo publicitario que ves en la foto. ¿Te imaginas que fuera al revés, que pusiéramos publicidad por donde circulan los coches? Por ejemplo, un gran zapato en medio de la calzada, para llamar la atención de los conductores, anunciando una marca o un comercio. ¿Por qué esto que digo suena a disparate pero no al revés?

Nuestro Ayuntamiento (María José García-Pelayo, del PP) pasa olímpicamente de peatones, permitiendo que el centro se llene de obstáculos para ellos, como el coche que ves en la foto, sin reparar los baches que con la lluvia se convierten en lanzaderas de agua contra los sufridos viandantes, sin tener en cuenta las más elementales normas contra la contaminación acústica -por ejemplo, el traqueteo de los registros cuando por encima pasa un autobús o un coche- y de la otra. Para el Ayuntamiento tampoco existen las pocetillas atascadas, esas por las que no fluye el agua desde el año de la polca.

No olvidemos que incluso los organismos sostenidos por los países como es la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaran que los gases y partículas salidos de los motores de gasoil provocan cáncer. Que urbanistas de prestigio recomiendan la eliminación del tráfico en calles estrechas, aquellas de menos de cinco de metros de anchura, de las que tenemos a cientos en Jerez.

Invasión impune de la acera
No entiendo cómo los comerciantes del centro histórico de Jerez no se unen para hacer presión al Ayuntamiento y que se tomen medidas no ya para facilitar la vida al peatón, sino al menos para no perjudicarla más. ¿Te imaginas un centro urbano por donde sólo circulen coches, por donde no vaya ni un solo peatón? ¿Qué futuro tendría entonces el pequeño comercio del centro?

Tampoco entiendo cómo hay ciudadanos que manifiestan que circular a 20 o 30 Km/h en calles sin aceras les parece que es ir demasiado despacio, obviando el peligro que supone eso para un peatón. O que poner las autopistas a 130 km/h les parezca bien, sabiendo el incremento que eso supone en contaminación y en gasto energético Subir de 120 a 130 Km/h (aumentar la velocidad un 8%) supondrá para los bolsillos de los conductores un aumento del gasto cercano al 20%. Claro que las petroleras y el Estado ganan más dinero, un 20% más. Pero eso no lo dice nadie.

Y es que el peatón siempre se lleva la peor parte. Como ocurre ahora con la colocación de los palcos de semana santa. Se hace un esfuerzo en permitir la circulación de coches por el centro, a costa de invadir las aceras con esos artilugios -los palcos- que no gustan ni a los más entusiastas de la semana santa. Sólo gusta a quien hace caja con esto: la junta de hermandades.